En el ámbito de la rehabilitación al conocer a nuestros pacientes, con frecuencia nos enfrentamos a su principal motivo de visita, el dolor, todos lo hemos sentido algunas (o muchas) veces, y el saber lo que es nos impulsa a tratar de aliviar en nuestros semejantes ese sufrimiento, pero, ¿Qué es el dolor? Según la real academia española es una “sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior”, para la IASP el dolor se define como “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con una lesión presente o potencial o descrita en términos de la misma”.
El dolor puede dividirse en base a su duración, patogenia, curso, intensidad, factores pronósticos de control de dolor y la farmacología, y según lo anterior, tenemos el dolor agudo o crónico (siendo este último en el que el componente psicológico tiene mayor relevancia); neuropático, nociceptívo y psicógeno; somático o visceral; continuo o irruptivo; leve, moderado o severo.
Cuando abordamos el dolor de origen musculoesquelético, en principio pensamos en alteraciones mecánicas, sin embargo cuando el dolor se convierte en crónico entran en juego factores neurológicos que perpetúan el dolor y convierten su manejo en un reto, dentro de las causas de cronificación del dolor entran las alteraciones en el procesamiento de la información del sistema nervioso central, donde una neuroplasticidad “no conveniente” produce hipersensibilidad en la transmisión sensorial; esto se conoce con el nombre de sensibilización central, existen trastornos donde la identificación de este problema es relativamente más fácil, como en el caso de la fibromialgia, sin embargo en las patologías musculoesqueléticas esto puede ser más difícil, es necesaria una correcta evaluación de los síntomas e historia del paciente. Dentro de las características que nos hacen pensar en la sensibilización central está la presencia de dolor ante estímulos que deberían ser inocuos, así como la escasa respuesta al tratamiento, el agravamiento de los síntomas previos y el aumento de los sitios dolorosos.
Al tratar este tipo de dolor además de la farmacoterapia, los medios no farmacológicos tienen un papel importante, según la Asociación Americana del Dolor con una “recomendación fuerte y nivel de evidencia moderada.
Como sabemos, la aplicación de medios físicos para la disminución del dolor se basa en su potencial para modificar la activación de nociceptores, pudiendo modificar la concentración de opiáceos endógenos, sin embargo es importante aplicarlos de acuerdo a la evidencia que existe para cada patología y siempre en un contexto multidisciplinario, donde la educación al paciente sobre el dolor y el manejo de los factores estresantes también tienen un papel muy importante.
Referencias:
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Cameron M. Agentes Físicos en rehabilitación. Elsevier: España; 2009.
Dra. Paulina Salinas
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